Un paraíso para los amantes de Maybach, dirigido por dos entusiastas de la marca: el museo de Anna y Helmut Hofmann de Neumarkt, en la región alemana del Alto Palatinado, es un auténtico tesoro que esconde auténticas joyas de la historia del automovilismo. Una visita exclusiva.
Por iniciativa propia y con gran compromiso.
Vaqueros azules, una camisa blanca y una corbata estampada con el logotipo de Maybach en color dorado ―la pasión de Helmut Hofmann por la marca Maybach salta a primera vista. Él y su mujer Anna son los propietarios y conservadores del Museo de vehículos históricos Maybach de Neumarkt, en la región alemana del Alto Palatinado. El diez por ciento de los vehículos Maybach que aún existen en el mundo se encuentran aquí. Entre 1920 y 1941 se fabricaron casi 1.800 unidades de estos majestuosos automóviles. Los Hofmann nos hacen hoy una visita guiada exclusiva del museo, que han construido por iniciativa propia y que dirigen con gran compromiso.
«Un Maybach es como un miembro de la familia.»
Preguntamos a la pareja de dónde viene su amor por la marca Maybach mientras nos adentramos en el moderno patio interior en dirección al vestíbulo del museo. Helmut Hofmann, de profesión ortodoncista, responde sin apenas pensar: «Realmente, todo empezó por un amigo mío. Él conocía a una señora mayor que tenía un Maybach y estaba desesperado por comprárselo. Pero no estaba seguro de poder persuadirla para que lo vendiera. Un Maybach es como un miembro de la familia ―me dijo― y no puedes venderlo. Pero al final se hizo con el coche. Cuan
do vi su Maybach rojo por primera vez, un descapotable extraordinario con carrocería hecha de cristales, quedé absolutamente fascinado.»
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«Queremos que nuestros visitantes se sientan cómodos.»
«Encontré mi primer Maybach en Canadá. Fue la base de nuestra colección, que fue creciendo a lo largo del tiempo con más y más vehículos», explica Helmut Hofmann. Su mujer Anna añade: «En algún momento se nos ocurrió la idea de mostrar los vehículos al público.» En marzo de 2009 llegó el gran día: el Museo de vehículos históricos Maybach abrió sus elegantes puertas de acero con el inconfundible emblema Maybach en las instalaciones de una antigua fábrica. En la luminosa entrada del museo se funden con elegancia el edificio histórico y la arquitectura moderna para exhibir los opulentos diseños automovilísticos de los años 1920 y 1930. «Para nosotros era importante que la gente se sintiera cómoda aquí, de modo que quisieran tomarse su tiempo para contemplar los vehículos», explican los dueños. Y lo han logrado: cada esquina descubre una nueva perspectiva de los vehículos expuestos, mientras el próximo modelo Maybach espera a ser descubierto. Se pueden admirar entre 18 y 20 vehículos, en función de cuántos de ellos están siendo sometidos a tareas de mantenimiento o restauración. Cada uno de ellos es una pieza extremadamente rara.
De obispos, condes y princesas.
En la entrada de la sala de exposición descubrimos uno de los modelos estrella de la colección: un Maybach DS 8 «Zeppelin» blanco de 1930. Con doce cilindros y ocho litros de cilindrada, este modelo alcanzaba una velocidad máxima de 150 a 170 km/h. Un valor inédito en la época que sigue siendo impresionante en la actualidad. Pero el Museo Maybach tiene mucho más que ofrecer que datos y cifras. Cada modelo va acompañado de la historia detallada de sus propietarios anteriores y antecedentes. Todos los textos han sido documentados y escritos por Anna Hofmann, quien se describe a sí misma como la «obrera» del dúo de conservadores del museo, mientras su marido asume el rol de coleccionista. «Un rótulo con el año de construcción y el tipo de motor no es suficiente», cuenta Anna Hofmann a modo de explicación. «A la gente le gusta conocer la historia, especialmente cuando se trata de unos coches históricos tan maravillosos. Algunos de los vehículos que exponemos tienen incluso nombre: tenemos un obispo, un príncipe, un conde e incluso una princesa en nuestra colección.»
Historias conmovedoras.
Continuamos nuestra visita y nos topamos con otro Maybach DS 8 «Zeppelin», esta vez de 1939. Se distingue claramente del resto de vehículos expuestos. Un foco ilumina el vehículo con una luz amarilla mientras en el fondo se observa una fotografía de una ciudad bombardeada. La negra carrocería está llena de óxido e incontables abolladuras que le confieren un aspecto casi fantasmagórico. Queda claro que este «Zeppelin» tiene una dura historia tras de sí. La descripción del rótulo confirma nuestras sospechas. Esta berlina de lujo fue convertida en autobús por el Ejército Rojo tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El vehículo se utilizó en Ucrania hasta 1991, las piezas defectuosas fueron sustituidas por otras rusas sin más contemplaciones. «Sigue siendo un Maybach, pero definitivamente tuvo una vida mucho más dura que los demás. Lamentablemente, durante los muchos años que estuvo en uso, el vehículo sufrió numerosos daños en la carrocería y en algún momento se retiró la pieza del bastidor con el número de chasis. Por ello no sabemos casi nada de su primer propietario», explica Helmut Hofmann. El «Zeppelin» llegó finalmente a las manos de los Hofmann a través de un concesionario especializado en Maybach.
Conducir un Maybach: una fiesta para los sentidos.
Para evitar que los vehículos se estropeen por la falta de uso, los Hofmann los sacan a menudo a dar un paseo. ¿Y qué se siente al viajar en un Maybach? Helmut Hofmann se emociona al explicarlo: «Cuando uno sube a bordo de un Maybach es como si entrara en un mundo totalmente distinto. No hay horarios. Por lo general, aprovechamos un día libre y lo disfrutamos. El pulso se ralentiza, la presión arterial disminuye ―una sensación muy agradable. Casi siempre viajamos en familia, llevamos nuestra cesta de picnic, paramos en algún sitio para hacer un descanso y disfrutar de la vida. Conducir un Maybach es un auténtico placer.» Su mujer ríe y añade con una sonrisa: «Vives un montón de experiencias en la carretera. Una vez paramos a pernoctar en un hotel pero no tenían espacio libre en el garaje, y no puedes dejar en la calle un coche así. Así que dormimos dentro del Maybach. Cuando nos despertamos a la mañana siguiente había gente alrededor del coche haciendo fotos.»
¿Puede un vehículo ser una pieza de arte?
Helmut Hofmann nos lleva con determinación a un Maybach SW 38 Pullman-Cabrio de 1937. Nos permite sentarnos en el asiento del conductor. La maciza puerta del vehículo se cierra con firmeza y de repente uno se siente trasladado a otra época. La aerodinámica carrocería parece extenderse sin solución de continuidad en el habitáculo, donde espera una auténtica fiesta para la vista: preciosos instrumentos con aros cromados rodean el gran volante. A ello se añaden revestimientos de las puertas en cuero rojo, relucientes superficies de acabado de esmalte e insertos de madera auténtica, que se unen para formar un conjunto armonioso. No se trata de un vehículo, sino de una obra de arte. También los ojos de Helmut Hofmann se iluminan en cuanto se sienta junto a nosotros. «Wilhelm Maybach, el fundador de la empresa, sabía exactamente cómo construir un automóvil de primera categoría. El motor, la caja de cambios, los ejes y la carrocería se complementan formando una unidad única. Al hacerlo, contribuyó de manera fundamental al desarrollo del automóvil.» Al finalizar nuestra visita, le preguntamos al coleccionista y responsable del museo qué pensaría Maybach de la Clase S Mercedes-Maybach. Una vez más, este entusiasta de Maybach tiene una respuesta a punto: «Estoy seguro de que habría dicho: ¡habéis hecho un gran trabajo, chicos!»